Queremos reproducir la carta del compañero ante la constante estigmatización de la que son víctimas tantos de nuestros pibes en una de las tantas escuelas públicas...
De cara a la concreta implementación de la  Nueva Ley de Educación en las prácticas docentes, creemos muy necesario  enfrentar un duro debate sobre la mirada de muchos docentes hacia nuestros  alumnos. No creemos que se trate de defender a la Escuela Pública sólo por su  financiamiento estatal, es fundamentalmente la escuela del pueblo y para el  pueblo, y somos los docentes como educadores populares quienes acompañamos a  nuestros pibes en el aprendizaje y nunca desde un supuesto pedestal de seres  superiores.  
 
A la comunidad  educativa de 
Por primera  vez, en el tiempo que llevo trabajando en esta escuela, me veo en la obligación  de responder por los alumnos a mi cargo, los chicos de 6º C.
Estos  alumnos no son santos, ni ángeles, lo sé mejor que nadie, son chicos de  entre 11 y 15 años. 
Habitualmente, durante el transcurso de una tarde de  clase, reciben indicaciones permanentes de los adultos, casi todas cohercitivas  y limitantes de la necesidad natural de jugar y desbordar energía, propias de  esta edad.
Estos chicos además, como todos los que trabajamos en esta escuela  sabemos, tienen innumerables problemas sociales, derivados de las condiciones  socioeconómicas que sufren sus familias, agravadas éstas por el abandono  que hace el Estado de sus funciones elementales.
Inmersos en esa  realidad, llenos de ella, llegan a esta escuela para aprender.  
Contrariamente a lo que muchos suponen, estos alumnos aprenden, y mucho.  Aprenden los contenidos que nosotros decidimos que deben aprender, algunos con  mayores dificultades que otros. Aprenden de horarios: de recreo, de clase, de  comedor.
Y aprenden también lo que ven, aunque no se lo querramos mostrar.  Aprenden que sus docentes (todos) no son perfectos, que tienen errores, que se  cansan, que a veces gritan, que se emocionan, que se enojan.
Pero aprenden  también que hay injusticias, que se los acuse sin pruebas de hechos que no se  sabe quien cometió, pero de los que son "per se" sospechosos.
Reproducimos en  esto a la sociedad que ya los margina por ser pobres, por vivir en la periferia,  por ser provincianos, por ser "negritos", por tener "esa cara de...",  presumiblemente violentos, drogadictos y ladrones; y toda una serie de  prejuicios que la cultura dominante (TV y radio mediante) impone sobre una  realidad diversa y negada.
Los alumnos vienen con esta mochila en la espalda,  no sólo con su carpeta, el cuaderno, o las lapiceras que no tienen.
Debemos  aprender a convivir con ellos, dejar de verlos como fugitivos de la justicia, o  rebeldes esperando el momento de cometer maldades.
Estos chicos de 6º C antes  estuvieron en 1º, 2º, 3º, 4º y 5º, ¿ qué aprendieron en esos años ? ¿ Qué  Proyecto Educativo Institucional se fijó en sus necesidades y en las de la  comunidad de donde vienen? ¿Qué escuela contenedora recibieron?
Los alumnos  de 6º C no son santos ni ángeles, lo sé mejor que nadie. Son chicos, algunos ya  adolescentes. Y están hambrientos de ternura.
¿Hasta cuándo los vamos a  acusar y condenar por los errores de los  adultos?
 
       Martín  Veloso
        MG 6º  C

No hay comentarios:
Publicar un comentario